MIS TEXTITOS

Consigna de escritura.
Macario

No pude dormir, no, nunca puedo… y todo porque las ranas me desvelan y entonces pienso en el hambre y en el ruido del hambre que hace su barriguita.

Y pienso que mañana Felipa me pedirá unas monedas porque Macario pide comida y come y no se llena nunca. Ese chico… tal vez sea como dicen y su hambre sea locura. Si lo he retado por golpearse la cabeza contra el piso. Por eso no quiero que salga a la calle, no vaya a ser cosa que mate a la gallina del vecino para traerla a la olla. Porque está bien que nos falte, pero esas cosas no me gustan. Yo siempre le digo que Dios ve todo y si nos portamos mal nos mandan al infierno. Y yo sé que el pobrecito no se comporta, por eso lo llevo a misa… así aprende que debe limpiar sus pecados. Pero él no quiere ir a misa entonces yo le ato las manos como a Cristo, sí como a Cristo, porque si no empieza a golpear la madera para llamar la atención.

Creo que muchos le tienen miedo, pero no sé si es miedo o él o a su hambre. Yo por las dudas prefiero que se quede adentro, cerquita de nosotras. Porque  sé que a él le gusta estar entre las costillas de Felipa, mientras espera que le sirva el plato de caldo o el bollito de almidón.

Recuerdo una vez mi abuelita me dijo que cuando  los insectos entran en el cuarto es señal de que te vas al Infierno. Y Macario convive con  cucarachas, alacranes, chinches  pero son los grillos los que lo arrullan a la noche. Pobre Macario, ojalá Dios lo perdone por haberse robado hoy  las granadas. Porque  me da miedo que se pueda ir al Infierno; ahí está el tío Feliberto, que tuvo ocho hijos extramatrimoniales y según dicen… su espíritu vaga en las noches entre el croar de las ranas.


Macario

a)      El narrador de este cuento está en primera persona y narra una especie de monólogo interior atravesado por sensaciones e impresiones de su vida cotidiana, en tiempo presente.

Luego me gusta darme mis buenos sustos con eso de que me voy a ir al infierno cualquier día de éstos, por tener la cabeza tan dura y por gustarme dar de cabezazos contra lo primero que encuentro





B) Recursos literarios que aparecen:



-          Reiteraciones o reduplicaciones: . Ella es la que me da de comer en la cocina cada vez que me toca comer



-          Contrastes: ...: "El camino de las cosas buenas está lleno de luz. El camino de las cosas malas es oscuro."



-          Mi madrina ha oído que eso dicen. Yo no lo he oído.



-           

-          Polisínteton combinado con aliteración de “r”:  Y luego hay que remendar la camisa y esperar muchos días a que se remienden las rajaduras de la cara o de las rodillas. Y aguantar otra vez que le amarren a uno las manos, porque si no ellas corren a arrancar la costra del remiendo y vuelve a salir el chorro de sangre



-          Sinécdoque:  Me acuesto sobre mis costales



-          Comparación: Felipa tiene los ojos verdes como los ojos de los gatos



-          La leche de Felipa es dulce como las flores del obelisco



-          Paralelismo:  Lo de lavar los trastes a mí me toca. Lo de acarrear leña para prender el fogón también a mí me toca.



-          Hipérbole: Todos los días. Todas las tardes de todos los días. Por toda la vida ella me hará ese favor

Así que ella ya sabe con cuánta hambre ando desde que me amanece hasta que me anochece





-          Enumeración: ... Y mi madrina dice que si en mi cuarto hay chinches y cucarachas y alacranes



-          Elipsis: Además, a mí me gusta mucho estarme con la oreja parada oyendo el ruido de los grillos. En mi cuarto hay muchos



-          Pleonasmo: Se puso a llorar y a gritarle con gritos queditos



c)       En cuanto a la VOZ en Canción de la danzarina, tenemos un narrador en segunda persona, homodiegético : Me dijiste: «Coge esas flores, persigue esa mariposa...» Llamabas danza a mi carrera, y cada reverencia de mi cuerpo inclinado sobre los claveles purpúreos, y el ademán, repetido en cada flor, de echar atrás, por encima de mi hombro, un chal resbaladizo”

Este narrador combina el tiempo de la narración ulterior: “Me encontraste juguetona y pequeña, danzando en el sendero y persiguiendo a mi sombra azul. Giraba como una abeja, y mis pies y mis cabellos, color de camino, se empolvaban con el polen de un polvo rubio” con el anterior “Saludaré a la luz, que me hizo hermosa y me vio amada con una danza involuntaria, cada día más lenta. Una postrera danza trágica me enfrentará con la muerte, mas sólo lucharé para sucumbir con elegancia.”

En cuanto al MODO

Se puede decir que focaliza internamente y se relaciona con el “tú” , que funciona como otro personaje, de quien reproduce las palabras textualmente: Me dijiste: «Coge esas flores, persigue esa mariposa...»

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Consigna de trabajo, sobre el cuento "La sentencia"

Breve reflexión

El cuento es breve, con predominio del tiempo verbal en pretérito perfecto simple y oraciones cortas que  lo aceleran. Al estar centrado en los núcleos narrativos, el desenlace se precipita bruscamente y la estructura narrativa  se pone al servicio del sentido, incluso por ejemplo,  con la expresión “cayó del cielo”, como algo repentino, vertiginoso, imprevisto.
Como se ve, este cuento conjuga dos mundos: el mundo onírico (estructuralmente en el primer párrafo) y el mundo de la vigilia, en que el emperador y su ministro juegan una partida de ajedrez. El primero promete protección al dragón en el sueño, pero tomando la vía del mundo “real”, por lo cual es causante de que –sin quererlo- estos mundos, lejos de estar bien delimitados, se fusionen.

En tanto “La sentencia” del ministro para con el dragón en el sueño del emperador es el común denominador de ambos mundos, ya que es parte del sueño del ministro que se concretiza en la realidad.
Producción.
El principio en negro corresponde al cuento y en rojo está mi versión:

Aquella noche, en la hora de la rata, el emperador soñó que había salido de su palacio y que en la oscuridad caminaba por el jardín, bajo los árboles en flor. Algo se arrodilló a sus pies y le pidió amparo. El emperador accedió; el suplicante dijo que era un dragón y que los astros le habían revelado que al día siguiente, antes de la caída de la noche, Wei Cheng, ministro del emperador, le cortaría la cabeza. En el sueño, el emperador juró protegerlo.

Al despertarse, el emperador preguntó por Wei Cheng. Le dijeron que no estaba en el palacio; el emperador lo mandó buscar por cada recinto. Su urgencia era justificada, ya que debía salvar al dragón.
Finalmente, después de tanta búsqueda se quedó dormido.
En el sueño, halló al ministro durmiendo su siesta bajo un sauce llorón. Tras violentas sacudidas logró despertarlo y le contó sobre el miedo del dragón. El ministro se dio cuenta de que ya era la hora.
Las nubes se cerraron en el cielo. Y ambos despertaron.
Dos capitanes irrumpieron en el palacio y se dirigieron al emperador:
-       Allí afuera hay un dragón y también está el ministro trenzados en una feroz contienda. Creemos que el Wei ha muerto.
Inmediatamente, los capitanes se desperezaron y continuaron su trabajo.






El muro

¿Hacia dónde golpea el vientre de esas mujeres que no son de nadie? Rotas en el puño de  dios, sin ser escuchadas. Toda la esperanza apoyada en una pared que ninguna voz sostiene.

Y en el medio,  un muro

Ese muro con secretos de  hombres abatidos que roban del cemento alguna ilusión de algún otro hombre abatido que robó una ilusión…



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Estrella colérica

Entonces creyeron que una estrella colérica vendría a dividir otra vez. Y dividió. Una y otra vez. Hasta que las astillas se metieron en los ojos,  en las bocas y en los sueños que algunos dejaron morir antes de verse despertar.

No me preguntes la sustancia de una estrella colérica. Yo estoy de este lado del muro, donde las palabras tienen hambre y suenan tarde, donde las lágrimas llueven de costado y se acumulan … Yo no sé cómo es esa estrella colérica pero sé que me duele.

De este lado del muro.

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Puertas sudadas

Trabajaron sus penas escarbando hasta la lágrima, hasta deshacer una tormenta con un minuto de silencio. Y trabajaron hasta que vino a rodar el sol  sobre sus siluetas sin sombra, y no hubo nadie a quien preguntar su nombre.

Pero golpearon la puerta. Y los nudillos de la mano empezaban a  escribir la historia de los ausentes, la de los otros. Y golpearon.

Hacía calor ese día.

Solamente…
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Pájaro nocturno



Querido maestro y amigo:

                                        Las circunstancias de mi vida no me permiten que vuelva a pasear por la orilla del río Támesis. Me he transformado en un pájaro nocturno y prefiero pensar que sea mi destino el que ha querido esto. Recuérdeme tal como me ha conocido.

                                                                                                                        Mario Bustos

                                                                                                                                             

Londres, abril de 1957



P.D.: Justamente ayer recordaba el viejo jardín a orillas del Támesis, que conocía más que nadie nuestros diálogos y yo le decía a usted, ¿se acuerda? que sería astronauta y tomaría esa pastillita y cruzaría la atmósfera como cruzábamos el río a remo. Usted se reía porque yo soñaba, siempre soñaba, y hacía esas preguntas del tipo, ¿qué hay más allá de la carne de un hombre? o ¿a dónde vamos cuando no vamos a ninguna parte?  Y las respuestas quedaban en el río y saboreábamos miles de hipótesis durante largas horas. No sé cuánto tiempo pasó exactamente, pero ¡cómo gozaba yo de nuestras charlas bajo esa brisa otoñal! Y usted se ponía sus anteojos con la más cara ceremonia y leía esos versos de Novalis que yo no entendía bien, pero que sonaban más limpios que el aire, mientras el reloj nos atornillaba con su tic tac para recordarnos que era tiempo de partir. ¡Qué épocas! ¿Sabe? Todavía recuerdo sus consejos sobre cómo enamorar a las mujeres. Me traía esas anécdotas que me encantaban, como aquella de la mujer del pañuelo rojo. ¡Cómo lo miraban ellas! Y usted echaba una mirada profesional mientras sus dedos jugaban entre su barba recortada. Sin embargo, yo era distinto, algo así como un soñador que vivía para cazar estrellas, lejos estaba de imaginar algún romance. Sí, sé que a veces había que poner los pies en la tierra, pero usted sabe, que a mí la realidad siempre se me caía de los ojos como una lágrima imprudente. Nunca supe demasiado cómo actuar ni en qué momento;  sólo tenía unas alas para agitar hacia el sol, unas alas de cera…

Hoy estoy aquí encerrado (porque usted tenía razón cuando me decía que la amistad entre el hombre y la mujer no existía), y  estoy en la penumbra por perder la cabeza, por no entender que ella de todos modos  cerraría las ventanas de su balcón, aunque yo batiera frenéticamente mis alas.

No importa, ahora, me siento a mirar como el  silencio se abre en gajos cuando la noche llega, y en medio de la oscuridad, los pensamientos salen a volar de nuevo como si fueran de otro. En medio de la oscuridad, claro, porque ya he olvidado aquellas viejas caricias del sol.
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El otro



Te peinabas con la parsimonia de un gato y te peinabas y volvías al peine para ocultar esas canas incipientes, apenas esos dos pelos blancos insignificantes. La vida se vivía afuera y lo sabías; era detrás de esa puerta, de cara al aire viciado, donde los demás corrían exasperados detrás de un colectivo, donde las palabras no tenían más de dos sílabas. Y después del peinado (y qué bueno que no te importara que el tiempo se fuera) escribías unos versos mientras la pava para el mate te llamaba en varios idiomas, como si la hora de salir para el trabajo se hubiera detenido y el destino te hubiera otorgado ese regalo.

Fue inmediatamente después cuando sentiste un ruido extraño que opacó, de repente, las exhortaciones de la pava. Tomaste tu saco porque ya era hora de abrir esa puerta para entrar en esa velocidad que despeinaba tus aguas tranquilas. Pero increíblemente la puerta no se abrió, el picaporte se había atascado o estaba roto. Probabas con la llave con insistencia, pero la llave se quebró como una rama seca. Tus intentos cayeron al sillón y, con ellos, te sentaste a esperar. Mientras tanto, el gato se acostó en la alfombra y miraba como si lo supiera todo, como si en él estuvieran las explicaciones para aquel suceso.

Aturdido, fuiste hasta el espejo y allí estaba el otro, con su risa recortada a un costado, sin pelo, con barba blanca, prolijamente dibujada. Le preguntaste quién era, le preguntaste lleno de desesperación, mientras él recortaba aun más su sonrisa hacia un costado.

Afuera, todo era distinto y otra vez no importaba.

De repente, esa imagen te dio la espalda y el horror se apretaba en tu pecho más y más. Porque ese anciano se estaba mirando en el espejo y allí, la imagen de un hombre con un peinado impecable y dos canas incipientes se preparaba para salir a trabajar.
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La Catalina

Estaba la Catalina

caminando por Santa Fe

buscando entre los rostros

alguno para querer.

De pronto pasó un muchacho

con pinta de Coronel

-Disculpe que lo moleste

¿me diría qué hora es?

Le agradezco, ¿y su nombre?

¿cuántos años tiene usted?

si no tiene mucho apuro

lo invito con un café.

-Lo que pasa que a esta hora

ya estoy entrando al cuartel

aunque viendo su insistencia

no seré descortés.

-Muy caballero de su parte

cuando lo vi, lo sospeché:

el amor nos encuentra

por azar, sin querer.

-No sé de qué me habla

yo sólo quiero mi café

si puede ser con tostadas

y un buen budín escocés.

-Ya se lo pido, amor mío

pero pronto verá usted

cuando se case conmigo

no pasará hambre ni sed.

Y tendremos muchos hijos

casa propia y chofer

gastaremos las rutas

hasta que no quieran los pies.

-Calla, calla, querida,

Calla, calla, de una vez

yo me casé con la Farolera

Y ya no quiero más mujer.

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Manitos

Manos que aprietan el agua

Dibujan sueños

Dividen mitades

Manos que pintan el aire

Que  cuentan las pecas del viento

Giran

 cantan

Y aplauden los gestos del espejo

Prolijamente

Sucias, ensuciándose...

Esas manos que brotan

hacia nubes de cielos

pequeñitos

que  se alejan

y me tocan



Tus manos.
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I



Los papeles en el portafolio

                                          Y el hambre

Una sucesión de audiencias

                                          Y la espera

Un momento más para matarnos

a palabras

para desgastarnos de tiempo

en el corazón de octubre



 





II



El traje vacío de un hombre

                                     Y un delito

Una escalera sin fin

                                  Y  alguien que baja

Los días atados en infinitas fojas

de esperanzas suicidas

Ante la ley

Somos  seres pequeñitos

que vuelven a la tierra

buscando abrigarse

 

 



III



Y por qué no

     Y por qué sí

         Y dónde estaban

El veredicto de unas sillas que se mueven

El ruido de una respiración

o quizás el de la culpa escarbando un

 agujero en la madera

Y otros hablan

Y otros miran

Y deseamos huir de nuevo

cada vez que todo recomienza











IV



Alguien viene

Y nadie viene

Y somos todas las voces

Y ninguna voz

No sabemos por qué se recuestan

las palabras

si solo queremos despertarnos

Despertarlos

Hasta que la muerte nos sangre menos

en los ojos

en las manos que se frotan

mientras esperamos

                  Y por qué no

                               Y por qué si

                                      Y dónde estaban





V



Otra audiencia

Y las uñas hundidas

en la comisura de los dientes

                         Y cómo eran

                               Y cómo llegaron

                                      Y qué dijeron

El silencio de las fojas

golpeándonos las sienes

devorados por espacios

que ultrajan

Hombres

                         Sin juicio

Robándonos minutos mordidos

Matándonos

                         Otra vez

Y otra vez
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