martes, 18 de septiembre de 2012

COMUNICACIÓN



Situaciones de comunicación existen por doquier, motivadas por distintos sujetos, en distintos contextos, con incontables fines.

En este género que podríamos llamar “humor gráfico”, por ejemplo, tenemos una comunicación en dos planos: en el real  (humorista/lector) y en el ficcional, los personajes.

Sin embargo, como receptores de este humor gráfico,  ¿la mera decodificación del mensaje es suficiente para comprenderlo? En otras palabras, ¿nos alcanza con conocer solamente el sistema lingüístico que hace a dicho mensaje?

  Hemos aprendido en la escuela que el complejo fenómeno de comunicación podía traducirse en un mero circuito en el que el receptor decodifica cierta información impartida por el emisor.

Sin embargo sabemos hoy que la comunicación es un proceso que –como leí una vez- implica “una transacción de información entre una fuente –instancia emisora- y un destino –instancia receptora- en un contexto concreto”.

Esta definición cambia la perspectiva estructuralista de Jacobson, por una perspectiva pragmática, donde el contexto de producción adquiere relevancia y el proceso de comunicación no es solo una decodificación de información sino más bien una interpretación de intenciones.

Aquí entonces es preciso diferenciar el concepto de “significado” del concepto de “sentido”. Hasta podríamos aventurar que son los significados los que se decodifican mientras que es el sentido el que se interpreta.

En el primer caso, como significado, nos referimos a todo aquello que se ajusta a las reglas del sistema lingüístico, en su sentido literal y unívoco. En otras palabras, la definición del diccionario. En cambio, el sentido es interdependiente de los factores culturales donde entran en juego la capacidad del receptor para dar cuenta de sobrentendidos y presupuestos

En este caso, por ejemplo, la interpretación del citado humor gráfico supone una serie de competencias culturales  que exceden el significado lingüístico de lo dicho: a saber qué es una novela de caballería, quién fue Amadís de Gaula y a quién hace alusión el personaje cuando se refiere a Dulcinea, elementos que “dialogan” con el conocimiento de la obra magnánima de Cervantes, “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha”.

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