INTRODUCCIÓN
El siguiente trabajo tiene la finalidad de dilucidar cómo
se define la identidad de género del yo poético en el poema “Poesía Proletaria”,
de Patricia Laguna.
¿Es esta una identidad
de género que viene dada a partir de preceptos culturales ya fijados
previamente? ¿O es más bien una identidad que, al estar en permanente
construcción, desarticula la estructura heterosexual hegemónica? ¿Es el género
entonces una noción suficiente para definir la identidad?
En el caso que nos toca analizar, en primer término,
la identidad es resultado de una serie de acciones que se repiten y se van
acomodando y desacomodando en una pared
bastante endeble: el género no está dado de antemano sino que se va construyendo y deconstruyendo en
una práctica que incluye, precisamente, la presencia de los otros.
DESARROLLO
·
Hacia
la construcción de una identidad performativa
En la clase N° 4 Identidad y género sexual, vimos
que la identidad se construye a partir de “un acto,
una práctica, una performance, es decir, una actuación o una representación
que las personas aprendemos y ejecutamos de manera repetitiva desde nuestra
infancia”.
Así, por ejemplo, en nuestra niñez, a una niña se le enseñaban
ciertas acciones esperables para construir una identidad femenina (vestirse de
rosa, jugar a las muñecas, etc.) y a un varón, acciones identificadas con una
identidad masculina (vestirse de celeste, jugar a la pelota, hacer tareas que
impliquen más rudeza).
De esta manera, en la representación impuesta por el modelo
patriarcal universal, las mujeres se asociaban al cuidado del hogar y de los
hijos y los hombres, al trabajo más pesado, fuera de la casa que garantizara el
sustento.
Sin embargo, “los estudios de
género dirán también que no existe un modelo patriarcal universal dentro del cual la mujer, como
concepto abstracto, funcione. De modo que la categoría “mujeres”, como la de
“hombres”, es demasiado abstracta y universal, y resulta políticamente
funcional a la hegemonía cultural heterosexual que la crítica de género procura
desarticular” (Clase n° 4)
Lo que veremos entonces en el poema que nos toca analizar, es
precisamente cómo la identidad del yo poético aparece construyéndose y
rompiendo ese anquilosado modelo de la cultura heterosexual: oscila entre lo
femenino y masculino, integrándolos.
Desde el título, la palabra “proletaria” proviene del prefijo “pro” que significa “ir hacia
adelante” y de “alere” nutrir, alimentar,
criar. Además, la palabra “proletaria” estaría haciendo alusión a una
determinada clase social trabajadora.
Así, el yo poético será quien, desde los primeros versos, se
provea de su sustento: ”Hoy he trabajado/ desde las 9 a las 16: 15 hs” y los
sucesivos versos encadenan precisamente verbos de acción: llegué, levanté, hice, algo que lo liga a lo masculino. Además
conduce una moto y distribuye distintos elementos de pintura a domicilio (acrílicos,
pinceles, etc.). En este caso, también, el hecho de que los otros entren en escena, posibilita, paradójicamente, que la
construcción de la identidad del yo poético entre en crisis.
·
Inclusión
de “los otros” en la construcción de la identidad de género
Veremos
en todo caso que en el poema, el entorno
(los otros) del sujeto (el yo
poético) es el que va delineando y
reproduciendo esas representaciones patriarcales que la historia de la cultura
ha fijado y que la crítica pretende desarticular.
De
esta manera, entonces, hablaremos de dos fuerzas. Por un lado, el ya mencionado
entorno y por el otro, un yo poético que es esquivo a un encasillamiento y
asume, implícitamente de alguna manera, la tarea de la crítica cultural: someter a cuestionamiento tales principios ya
enquistados.
Precisamente,
podemos ver que el yo poético no tiene un nombre que imponga de antemano su
género. Por el contrario, sí los tienen las mujeres a quienes lleva sus
productos: Rosita, Susana, Marta, Silvia, Ana, etc. Esto ya marca de antemano
la diferenciación del yo frente a los
otros.
Por
otro lado, este yo poético, del que únicamente sabemos por el comentario de su
interlocutora que “es muy guapa”, no responde –para los otros- a las acciones
esperables para su femeneidad: su compradora Ana le pregunta por qué andaba en
moto, que su marido e hijos andaban los fines de semana(son justamente los
hombres aquí los que conducen).
Pareciera
que “los otros” no se representan mentalmente la idea de que la mujer conduzca
una moto: el yo poético señala además
“un taxista/ ahí/ me gritó/ forro boludo “. (semánticamente se coloca la
marca masculina al conductor de la moto).
Luego observamos que el yo poético señala: “en
lo de Rosita vendí”, y es en la sintaxis de este verso donde vemos que se pone
en último lugar (vendí), siendo la venta lo que se coloca por encima del
sujeto: se es en tanto se venda (y con esto se provea sustento). Otro rasgo de
masculinidad.
Todo
esto demuestra que compartir el mismo sexo no garantiza una determinada
identidad de género.
Si
bien el yo está en contacto con mujeres,
tampoco siente que pertenece al mundo de “las otras” ya que cuando
parece que es integrada, se rehúsa a quedarse: “charlamos un ratito”/ me ofrecieron
un café/ que dije que no”.
En
otro caso, por ejemplo, es la pertenencia a una determinada clase social, la
que hace la diferencia. Cuando va a lo de Ana, esta despliega todos los rasgos
esperables de femeneidad: “preciosa/ con un vestido azul con flores/y ojos
celestes” pero pertenece a clase social medio-alta (vive en Palermo chico y
tiene empleada).
A
su vez, otro aspecto que puede influir en la configuración de una identidad es
la edad. Por ejemplo, la clienta de 68 años, rubia y fina, también pertenece a otra esfera: la
separa de ella una cuestión generacional.
¿Es
entonces, sin embargo, que el yo poético, siendo mujer, se asocia con una
identidad de género masculina?
Si
bien los conductores de motos parecen ser siempre hombres: “veo a los chicos/
arrancar en el semáforo/ de Santa Fe” y “cuando llego a Córdoba/ los veo
pasar/ en la cresta de la onda verde”, el yo poético funciona como espectador
distanciado. Y aunque conduce una moto también y es eso objeto de su alegría (“me
mantiene feliz”, dice), reconoce que “lo
único que me cuesta es el peso”. Lo cual tampoco podría ser asociado otra vez con
una identidad masculina.
Desde el poema, queda en
claro que ciertos rasgos y acciones que culturalmente se han asociado con un
determinado género, son insuficientes para definir una identidad de una vez y
para siempre: la mujer puede asumir una identidad masculina para sobrevivir o
para tener más poder: “volví derecho/por Agüero/ y me crucé/con un chico/ que
repartía pizza/ en ciclomotor./Nos miramos/ y yo aceleré bien rápido/ para que
vea/que mi moto tira/ más que la suya/ y así cargada como iba.”
CONCLUSIÓN
Como
pudimos observar, la noción de género (aunque no es la única) constituye una importante premisa para analizar cómo se forma la identidad de un
sujeto, pero no es suficiente.
Quisimos
analizar en el poema cómo subyace una hegemonía heterosexual dominante en el
ámbito de “los otros” y cómo el yo poético se ubica en un espacio en el cual
somete esa hegemonía a crítica cuando esquiva todo encorsetamiento a lo
femenino o a lo masculino.
Es
posible, gracias a esta no identificación con ningún elemento de esta
polaridad, que el yo poético quede en construcción o construyéndose para mostrar que “ninguna
identidad puede asumirse como dada sin someterla a una lectura crítica” (clase
N°4)
PALABRAS CLAVE: GÉNERO- IDENTIDAD- CRÍTICA
CULTURAL
Bibliografía
Fernanda Laguna “Poesía
proletaria” en Violeta Kesselman et al, comps. La tendencia materialista:
antología crítica de la poesía de los 90. Buenos Aires: Paradiso, 2012.
-Equipo
Especialización (2016). Modulo Teoría y Crítica cultural.. Clase 4. Identidad y
género sexual” Especialización en Enseñanza de Escritura y Literatura para la
escuela secundaria. Ministerio de Educación y Deportes de la Nación.
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